Si de algo estoy segura es que la mujer y el vino es esa combinación que hace que todo suceda. Y mi historia no es más que un buen ejemplo. Empecé muy joven y con poco conocimiento sobre este sector, quizá demasiado poco. Una oportunidad que mi familia me brindó, y qué poética y valiente decisión. Esto lo llamo yo “la casualidad de mi vida”. Hoy, después de casi nueve años, no concibo vivir de otra manera.
Me amparó la Denominación de Origen Toro, aquella donde los vinos tienen personalidad, corpulencia, esos vinos de largo recorrido. Y sí, fue un flechazo sin lugar a error. Aunque nadie dijo que esto fuera fácil, mi padre siempre me animaba; “La ilusión y el esfuerzo son las claves del éxito”.
Sin tradición vitivinícola a mis espaldas siento como si llevase aquí toda la vida. Nadie lo hubiese dicho durante mis dos primeros años. “Nadie nace enseñado” me repetía. No sé cuándo pasó, creo que fue una tarde entre viñedos, de esas de reflexión, que recomiendo a todo el mundo tener. Allí me di cuenta de que gracias al vino he aprendido a ser más feliz, a vivir con pasión, a entender mejor quién soy y hasta dónde puedo llegar. Gestiono mejor mis emociones, me ha ayudado a conseguir metas, y, sobre todo, a mejorar mis relaciones personales. Y es que el vino es más que un alimento, es un producto que traspasa fronteras para estar siempre en los mejores momentos de la vida de las personas. De todas las personas. ¡Qué responsabilidad! El vino genera sensaciones, despierta sentimientos. Te enseña los valores de una tierra, te traslada a un país, te deja saborear un clima. Es el tema de muchas conversaciones. Llena fotos y suscita seguidores. Se mimetiza con las modas, pero nunca pierde su tradición. ¿Cómo algo tan espectacular iba a dejarme indiferente?
Ser mujer es una parte importante de este placer profesional, pues, en un sector mayoritariamente masculino, estoy siendo testigo de cómo poco a poco la desigualdad se va haciendo más pequeña, habiendo cada día más mujeres dirigiendo bodegas o llevando las riendas de la dirección técnica. Y no me digas por qué, se rumorea que las mujeres estamos mejor dotadas para la cata de vinos y el análisis sensorial.
Del mismo modo que el fruto de la tierra se convierte en vino, la mujer se está convirtiendo en un nuevo modelo a seguir. Somos un ejemplo de constancia y superación. Yo, personalmente, he logrado un objetivo, que espero disfruten hoy todos los que prueben mis vinos y disfruten también las generaciones futuras como yo he aprendido y disfrutado de la herencia de los mejores bodegueros. Y a ellos, mi más sincero agradecimiento.
Como rezaba aquella canción, ¡que vivan el vino y las mujeres!
Carolina Inaraja, Gerente.